Con profundo pesar, Biofuneral informa el sensible fallecimiento de Doña Rebeca de las Mercedes Salcedo Venegas «La Yaya», quien será recordada por su generosidad y amor a su familia.
Abuelita para tus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos fuiste la que cocinaba con amor, escuchabas sin apuro y abrazabas con memoria. La que guardaba secretos en recetas y curaba con un té cualquier dolor.
Fuiste sabiduría que no presume, el consejo que no falla, la risa que calma, la mirada que entiende sin preguntar. Fuiste raíz y copa: sostuviste la historia y nos diste sombra para soñar. Te extrañaremos…
Sus restos están siendo velados en la sala velatoria Nº2 de la Parroquia Santa Gema Galgani, ubicada en calle Suecia Nº 3150, Ñuñoa, Santiago. En horarios de 10am a 20 horas.
Se oficiará una misa por su descanso el día lunes 26 de mayo a las 12 horas en el Templo de la Parroquia.
Sus funerales se realizarán en el Crematorio del Cementerio General de Recoleta a las 14 horas, entrada por Avda. Recoleta.
Biofuneral invita a quienes deseen dejar sus condolencias y recuerdos en homenaje a su memoria…
La rebe una gran mujer. Hermosa y muy cariñosa. Siempre obtuve una sonrisa y un cariño. De piel y muy abnegada. Pendiente de sus hijos hasta ayer. Una abuela maravillosa. Que dios la reciba para que esté con su amado en un lazo eterno de amor. Gracias por tu cariño siempre. Te quiero rebe.
Nuestras sinceras condolencias de parte de familia torres sepulveda
Partió la «yaya»…tuve el placer de conocerte y compartir contigo más de 25 años, que son los que tengo de amistad con tu nieta Carola.
Gracias por tu cariño ,tu ternura y tu humor.Recordare siempre nuestras simples pero entretenidas conversaciones sobre la vida.
Que tú cuerpo descanse y tú alma se eleve al infinito.
Mis condolencias a toda su familia
Mi más sinceras condolencias a mis primas y primos y familia en general por la partida de mi querida mamita Yaya siempre en mi corazón y atesorando esos abrazos que nos dábamos cuando nos veíamos y el cariño que entregaba besos y abrazos para ella y que descanse en la paz del Señor Jesús y a mis primas y primos que Dios ponga paz y consuelo a sus corazones un gran abrazo
Nuestras máximas condolencias para la Yaya. Deja como legado a una familia hermosa que siempre la recordará con mucho amor y cariño. Un abrazo al cielo
Para mi Yaya querida,
Hay amores que no mueren, solo se transforman. El tuyo, Yaya, se volvió raíz en mi alma. Fuiste abrigo en las tormentas, faro en mis dudas y dulzura en los días más ásperos.
Recuerdo tus manos —firmes y dulces— bordando ternura en cada gesto. Tu risa clara, tu mirada sabia, y ese flan de la casa que nadie pudo igualar. Me enseñaste que la fe se vive en lo cotidiano: en el cuidado, en la paciencia, en ese amor que se da sin pedir nada.
Nunca olvidaré acompañarte en los tangos de domingo, mirarte mover los labios con cada letra, como si cada canción te supiera a vida.
Dios te recibe ahora como tú nos recibías siempre: con amor verdadero, sin alardes, con el corazón abierto.
No hay despedida, Yaya. Solo gratitud.
Porque vivirás en cada flor, en cada trozo de flan compartido, en cada tango que vuelva a sonar.
Descansa en paz, en la Luz.
Nos volveremos a abrazar.
Con todo mi amor…tu nieto preferido. Pablo.
Querido Pablo:
Lamentamos profundamente la partida de tu querida abuelita. Queremos que sepas que estamos contigo en este momento tan difícil y doloroso.
Los abuelos ocupan un lugar único en nuestras vidas: son raíces, refugio, sabiduría y ternura. En ellos encontramos historias, enseñanzas y un amor incondicional que deja huella para siempre. Su presencia marca generaciones, y su ausencia deja un vacío profundo en la familia.
Estamos seguro de que el cariño, el ejemplo y los recuerdos que ella te dejó seguirán acompañándote y fortaleciendo a los tuyos. Que encuentres consuelo en el amor que compartieron y en la huella que dejó en cada uno de ustedes.
Con todo nuestro cariño y apoyo, Sergio Rojas e Ivana Kojakovic
Discurso de despedida para Rebeca, “La Yaya”
Querida familia, amigos,
hoy nos reunimos para despedir a una mujer que, sin hacer ruido, fue un pilar.
Una mujer extraordinaria: Rebeca, nuestra querida Yaya.
Nació el 13 de octubre de 1920, en Talca, cuando aún se recogían los escombros de la Primera Guerra Mundial. Creció en tiempos de pobreza, antes de que existieran derechos sociales, cuando la vida era una cuesta empinada. Luego vino la Gran Depresión, y con ella la escasez, el miedo, la incertidumbre. Más tarde la Segunda Guerra Mundial, que aunque ocurrió lejos, se sintió en cada casa humilde de Chile: menos pan, menos esperanza, más silencio.
Yaya vivió dictaduras, apagones, racionamientos, crisis económicas, terremotos, epidemias. Y no solo los vivió: los enfrentó con temple, los atravesó sin victimismo, y salió siempre con algo entre las manos: una sopa caliente, un abrigo hecho a pulso, un gesto de cariño, una solución práctica.
Fue madre, abuela, bisabuela y tatarabuela. Cuatro generaciones crecieron bajo su techo, bajo su protección.
Y sí, digo “protección” con toda intención, porque ella tejía más que mantas: tejía vínculos, seguridad, consuelo.Como si fuera parte de una novela, tomaba unas cortinas viejas y les daba nueva vida: transformadas en faldas, blusas, pantalones, delantales. Nada se perdía. Todo podía reutilizarse. Tenía ese don silencioso de quienes hacen mucho con poco, sin esperar aplausos.
En su carnicería, hacía embutidos con manos firmes, con recetas que no venían en libros, sino en la sangre, en la experiencia, en el ingenio. Todo artesanal, todo con una dedicación que transformaba el trabajo en arte doméstico.
Pero no se detenía ahí. Cuando la vida apretaba —y apretó muchas veces—, Yaya se hizo enfermera por necesidad. Cuidó a los suyos, a vecinos, a extraños. Lejos de hospitales, sin diploma ni recursos, ofrecía lo que más escaseaba: tiempo, ternura, compañía. Su casa fue refugio de enfermos, de solitarios, de derrotados. Yaya siempre encontraba algo que dar.
Era rigurosa, sí. Tenía disciplina de acero. Pero no era dura: era justa. Y era creativa, y fuerte, y generosa. Su vida fue testimonio de lo que significa resistir sin dejar de amar.
Hoy nos duele en el alma despedirla. Pero también sabemos que la muerte no borra una vida bien vivida. La honra.
Yaya vivió con dignidad, con coraje, con entrega. Nos deja un legado que no cabe en palabras.
Gracias, Yaya.
Por habernos mostrado que se puede vivir el siglo más duro de la historia y salir de él con las manos limpias, la espalda recta y el corazón intacto.
Gracias por habernos cobijado incluso cuando el mundo parecía no tener abrigo para nadie.
Gracias por habernos enseñado que ser mujer, madre, trabajadora y cuidadora no es algo pequeño. Es heroico.
Rebeca nació un 13 de octubre de 1920 y nos deja hoy, 25 de mayo de 2025.
Fueron 38.215 días de vida. Más de 917.000 horas respirando, amando, sosteniendo, creando.
Una vida larga, profunda y significativa.
Una existencia que no pasa. Trasciende.
Porque el amor que sembró sigue latiendo en todos nosotros.
Descansa, Yaya.
Tu tiempo aquí fue largo, pero jamás será suficiente para lo que nos diste.
Tu ejemplo queda vivo.
Y nosotros seguimos, más fuertes gracias a ti.